Los copépodos (Copepoda, del griego «cope», remo, y «poda», pata) son una subclase de crustáceos maxilópodos de pequeño tamaño, muy extendidos por todo el planeta, principalmente formando parte del zooplancton, aunque también podemos encontrar especies semiterrestres. Existen especies adaptadas a casi todo tipo de ambientes acuáticos (dulce, salobre, salada, aguas antárticas, etc.). Además de haber podido colonizar una innumerable cantidad de nichos en todo el mundo, son considerados los artrópodos más abundantes.
Se conocen unas 12 000 especies, la mayoría de ellas son de vida libre, pero algunos géneros se han adaptado a estilos de vida comensal e incluso al parasitismo, utilizando un enorme rango de hospedadores para el desarrollo de su ciclo vital, a veces complejo. Concretamente, estos mesoparásitos (ya que suelen estar insertos parcialmente en los tejidos del huésped) desarrollan ciclos de vida con hospedadores secundarios y terciarios afectando a cetáceos, peces y moluscos principalmente. Este aspecto los convierten en importantes partícipes de las complejas redes tróficas que se forman entre los huéspedes, siendo relativamente fácil la transmisión y dispersión del parásito. Los copépodos per se son considerados a veces un problema para la acuicultura, ya que la alta densidad de hospedadores facilita una elevada concentración de copépodos.
Hay interacciones muy curiosas, un ejemplo es el cestodo Triaenophorus crassus, que es capaz de provocar cambios de comportamiento en su hospedador intermediario del género[1] que lo llevan a ocupar nichos que no suelen frecuentar y con ello se facilita su ingestión por especies concretas de peces. Actualmente, se ha propuesto el uso de algunas especies de copépodos para el control biológico.
la gran mayoría nada libremente; sin embargo, algunas especies se han convertido en parásitas. Muchas de estas últimas conservan un aspecto similar al de las formas libres, al tiempo que otras han llegado al extremo de perder sus características de crustáceo e incluso de artrópodo, notándose mayormente esta situación en el caso de las hembras. Para poder clasificar estas últimas especies dentro de los copépodos, se parte del estudio de machos jóvenes, los cuales no están muy modificados.
Los copépodos carecen de caparazón, y su desarrollo se inicia a partir de una larva nauplio. Dos géneros copépodos de agua dulce muy estudiados son Cyclops y Diaptomus, ambos ofrecen un cuadro general del grupo bastante amplio. En el caso de las especies del género Cyclops, su aspecto es el de un crustáceo decápodo, con una porción anterior con forma de pera que incluye la región cefálica y los dos primeros segmentos del tórax. A continuación se encuentran tres segmentos del tórax, móviles, y por último el abdomen, sin apéndices y que termina en una cola ahorquillada con filamentos plumosos. Tienen un solo ojo, que evolucionó de dos ojos que se fusionaron, y las antenas principales, muy articuladas son mucho mayores que las secundarias. Poseen 4 pares de apéndices torácicos que les sirven para nadar y vestigios de un quinto par que en otras especies de copépodos son más notorios. Adicionalmente a las mandíbulas y maxilas, el primer par de apéndices torácicos ha evolucionado hasta convertirse en maxilas secundarias.
La gran mayoría de los copépodos son de cuerpo transparente, aun cuando los hay con cierta coloración como los Anomalocera. Como hecho curioso, se puede notar que algunas especies que son traslúcidas, llegan a colorear abundantemente el agua debido a la difracción de la luz al pasar por sus cuerpos. Asimismo algunas especies marinas son luminosas por sí mismas por poseer en sus cuerpos alguna sustancia fosforescente.
Los copépodos son tan abundantes en el agua de mar que cualquier muestra de plancton tiene siempre ejemplares de este grupo. Están distribuidos a lo largo de todas las latitudes, incluyendo las antárticas. Muchas de las especies cuentan con apéndices plumosos que en muchos casos pueden llegar a superar el tamaño del animal hasta por 4 o 6 veces. En agua dulce también están ampliamente distribuidos, en forma tan amplia como los cladóceros.
Dentro de los copépodos hay una gran cantidad de especies parásitas, más que en ningún otro grupo de crustáceos. Son muy conocidos los llamados piojos de los peces de la familia de los calígidos, que se caracterizan por el cuerpo ancho y deprimido que les facilita adherirse a su huésped fácilmente. Una particularidad de los calígidos es que en sus primeras etapas de desarrollo nadan libremente, y solo inician su etapa parasitaria cuando son adultos jóvenes. Permanecen parásitos sin facultades natatorias durante un período de tiempo determinado por etapas de crecimiento y apareamiento y por último retornan a la vida libre, recuperando sus capacidades natatorias.
Otro parásito de costumbres curiosas es el Lernacea, cuyas larvas que nacen en forma de nauplio e inician su vida parásita sobre un pez de la familia de los pleuronéctidos, como el lenguado; sus apéndices se reducen hasta quedar convertidos en meros muñones. Cuando llega la época de apareamiento, el animal se desprende del huésped. Después de aparearse los machos mueren, y las hembras buscan un nuevo huésped, generalmente un bacalao o una merluza, se fijan en las branquias e inician un proceso de degeneración tal, que llegan a perder totalmente los apéndices hasta quedar convertidas en sacos sin ninguna apariencia de crustáceos.
Copépodos como transmisores de enfermedades.
Debido a su gran número, diversidad y diferentes implicaciones en procesos ecológicos son organismos que directa o indirectamente se cruzan con el ser humano. De hecho algunas especies (mayoritariamente de agua dulce) representan vías de transmisión directas o indirectas de parásitos oportunistas que pueden infectar a humanos y a otros vertebrados, convirtiéndose en vectores de algunos de estos parásitos (nematodes y plathihelmintos sobre todo). Las principales vías de ingesta de copépodos en el hombre son la ingesta de agua (su impresionante número hace muy rara la ausencia de copépodos en muestras de ríos y otras fuentes de agua dulce naturales), o la de otros organismos que ya los hayan consumido (pescado y otros huéspedes que transmiten el parásito al comerse crudos o poco cocinados, etc.). Estas vías permiten el acceso de platelmintos y nematodes al ser humano y le puede provocar a este serios problemas e incluso la muerte. Por ello, la profilaxis es de vital importancia para acabar con los casos puntuales de parasitosis, y para comenzar a elaborar proyectos encaminados a sistemas de filtración y depuración de agua, así como promover el consumo adecuado de los animales que podrían transmitir el parásito al ser humano o a sus animales de compañía.
Parásitos del ser humano que emplean copépodos como hospedadores intermediarios.
Plathihelmintos
Nematodos
Bacterias
Actualmente, el estudio de las dinámicas poblacionales del fitoplancton y zooplancton vía satélite (detectando cambios en la cantidad de clorofila en el agua) en zonas costeras como el golfo de Bengala permite prevenir posibles nuevas epidemias, ya que las bacterias se asocian a estos organismos.[6]
Según Martin & Davis (2001),[7] los copépodos incluyen los siguientes grupos:
Infraclase Progymnoplea Lang, 1948
Infraclase Neocopepoda Huys & Boxshall, 1991
Los copépodos (Copepoda, del griego «cope», remo, y «poda», pata) son una subclase de crustáceos maxilópodos de pequeño tamaño, muy extendidos por todo el planeta, principalmente formando parte del zooplancton, aunque también podemos encontrar especies semiterrestres. Existen especies adaptadas a casi todo tipo de ambientes acuáticos (dulce, salobre, salada, aguas antárticas, etc.). Además de haber podido colonizar una innumerable cantidad de nichos en todo el mundo, son considerados los artrópodos más abundantes.
Se conocen unas 12 000 especies, la mayoría de ellas son de vida libre, pero algunos géneros se han adaptado a estilos de vida comensal e incluso al parasitismo, utilizando un enorme rango de hospedadores para el desarrollo de su ciclo vital, a veces complejo. Concretamente, estos mesoparásitos (ya que suelen estar insertos parcialmente en los tejidos del huésped) desarrollan ciclos de vida con hospedadores secundarios y terciarios afectando a cetáceos, peces y moluscos principalmente. Este aspecto los convierten en importantes partícipes de las complejas redes tróficas que se forman entre los huéspedes, siendo relativamente fácil la transmisión y dispersión del parásito. Los copépodos per se son considerados a veces un problema para la acuicultura, ya que la alta densidad de hospedadores facilita una elevada concentración de copépodos.
Hay interacciones muy curiosas, un ejemplo es el cestodo Triaenophorus crassus, que es capaz de provocar cambios de comportamiento en su hospedador intermediario del género que lo llevan a ocupar nichos que no suelen frecuentar y con ello se facilita su ingestión por especies concretas de peces. Actualmente, se ha propuesto el uso de algunas especies de copépodos para el control biológico.